miércoles, 24 de abril de 2013

Ocumare de la Costa: Selva y playa en un mismo lugar.

Ocumare es un pueblo tranquilo y sereno, que tiene una iglesia colonial espectacular frente a la plaza Bolívar. Allí entre tambores y devoción transcurren con ingenuidad desde hace siglos, las más limpias tradiciones de los pobladores. La última vez que fui dejamos las maletas en la posada y salimos enseguida a caminar por la arena hacia “La Punta”, que marca uno de los extremos de “El Playón”. Mientras caminábamos pudimos recordar un episodio triste de nuestra guerra de independencia, en el cual Simón Bolívar tuvo que huir hacia Curazao desde esta playa, dejando tras él cientos de cañones, algunos soldados, y sus esperanzas de fundar la Tercera República. Ensenada bucólica Después de esas cavilaciones nos fuimos a “La Boca”, que es el lugar donde el río de Ocumare desemboca en el mar, para tomar un peñero y visitar una de los lugares más hermosos de la costa venezolana: La Ciénaga. Unos quince minutos fue todo lo que nos tomó llegar a esta ensenada que, protegida de las olas, recibe a los turistas con serenidad y paciencia. En La Ciénaga parece que el tiempo se detuviera, los sonidos se apagaran y la naturaleza nos envolviera, dejándonos como única preocupación el tratar de prolongar estos momentos de felicidad absoluta. Allí paseamos en kayak, buceamos, nadamos, caminamos y almorzamos el pescado más fresco que podíamos esperar. Después de nuestra obligada siesta y unas pocas páginas de la obra “Siempre ocurre lo inesperado”, del francés André Maurois, regresamos a nuestra hermosa posada de “El Playón”. Unos delfines juguetones fueron nuestros compañeros durante el trayecto, mientras el peñero luchaba contra el fuerte oleaje que conseguimos de vuelta. Playas espectaculares Al día siguiente tomamos carretera de nuevo, pero esta vez para ir a las playas de Cata y Cuyagua, que sí tienen acceso terrestre. Éstas son las playas consentidas de los habitantes de Maracay, que no pierden oportunidad de venir a visitarlas. La playa de Cata es espectacular; ancha y larga, llena de palmeras y con todos los servicios. El agua es clara, el oleaje fuerte y la vista hermosa, porque la playa tiene forma de bahía y en un extremo hay un islote precioso, que parece unirse a la tierra. Allí está “Catica”, una playita pequeña a la cual una vez fui caminando, pero más fácil es llegarle en peñero. La playa de Cuyagua está unos kilómetros más delante de Cata, pasando por una carretera llena de curvas, pero con una vista hermosa sobre el mar. La playa es enorme, con una franja de arena fina muy ancha y larga, abierta sin protección al mar, lo cual permite un oleaje fuerte adorado por los surfistas. Eso sí, en Cuyagua hay pocas palmeras y es aconsejable llevarse una sombrilla de esas playeras, para protegerse del intenso sol. La verdad es que Ocumare de la Costa y todas sus playas cercanas, son un regalo que la naturaleza ha puesto allí para que las disfrutemos con mucha consciencia. Apenas puedas visita este tesoro enclavado en el estado Aragua, para que purifiques tus sentidos con tanta belleza. COMO LLEGAR: Ocumare de la Costa queda a unos 45 minutos de Maracay, por una carretera bella pero muy curveada, que atraviesa el Parque Nacional Henry Pittier. Conduce muy despacio por aquí, para que aproveches cada pedacito de naturaleza que veas, y para que tus pasajeros no se mareen. DONDE ALOJARSE: Una buena muy opción de alojamiento es la Posada María Luisa, en pleno pueblo de Ocumare de la Costa, detrás de la iglesia. Es una casona colonial de esas antiguas, donde parece que salieran muertos cada noche. Nada de eso verás, pero lo que sí notarás es que las habitaciones son comodísimas, y que los precios y el servicio son súper-honestos. Calle Comercio, Ocumare de la Costa, estado Aragua. Teléfono: (0243) 993.11.84 DONDE COMER: Desayuna y cena en tu posada, es lo mejor que puedes hacer. Almuerza un pescadito fresco con tostones en cualquier kiosco de la playa de Cata, que vas a salir bien satisfecho. NO OLVIDES: Úntate mucho protector solar y llévate repelente contra insectos, por si acaso llegas en temporada de plaga. Pídele a la gente de tu posada que te arregle un paseo a La Ciénaga, que te va a fascinar el lugar. Llévate un buen libro como “Siempre ocurre lo inesperado” de André Maurois, para que pases una tarde serena entre tantas playas bellas.